Dalas es lo que pasa si se liberaliza el salseo, o cómo YouTube podría destronar a Sálvame

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A primera vista puede parecer un capítulo más dentro de las típicas peleas entre youtubers, algo sin interés para el público adulto y mayoritario. Pero como ha explicado el abogado especializado en derecho informático David Bravo en su propio canal de vídeo, el caso Dalas-Wismichu trasciende a los personajes concretos y esconde una lección acerca de los efectos que ha tenido la disrupción tecnológica en la "salsa rosa" y cómo esto podría condicionar el futuro de este tipo de entretenimiento.

Un resumen de la pelea en sí, el material del que está hecha la refriega personal. Primero, los canales de los dos creadores rondan hoy los 10 millones de suscriptores, así que la dimensión pública de ambos es relevante para todo esto. Bien, entre 2013 y 2017 la relación entre los youtubers pasó de cordialidad a enemistad. Ambos se tiraban pullas directas o veladas en sus diferentes canales, siendo mucho más frecuentes los ataques de Dalas a Wismichu.

En 2017 Dalas hizo un vídeo difundiendo una reciente trifulca en la que se había visto envuelto Wismichu: le denunciaron por pegar tres veces con una botella de cristal a un chico en una pelea. Esto debió ser la gota que colmó el vaso y, como respuesta, Wismichu le dedicó un largo vídeo pormenorizando a su vez todas las supuestas afrentas que le había causado a él y a algunos seres queridos, con comentarios al respecto de sus denuncias (archivadas o sobreseídas) por violencia de género, maltrato animal, etc.

De la instrumentalización de la justicia y rellenar las horas en YouTube

En este caso David Bravo es el abogado de Wismichu. Lo que publicó el letrado el viernes pasado es el fragmento de la vista de la absolución en la que exponen su defensa. No nos interesa casi nada de lo que se cuenta, pero sí lo que cuenta Bravo al respecto de por qué se ha llegado al tribunal.

Wismichu no es ningún ángel, en sus inicios se lucraba con vídeos en Chatroulette donde grababa, por ejemplo, a personas menores sin su consentimiento previo. Pero el abogado expone aquí que hay motivos más que de sobra para pensar que Dalas vive de este tipo de intervenciones para generar su contenido "tóxico" pero muy rentable, un modus operandi que no aplica Wismichu o que al menos no es su principal vía de actuación.

Así define la situación Bravo:

Se dedica a insultar a otros youtubers, a los que llama desde proxenetas a sugerir que están intentando asesinar a alguien, como hizo con mi defendido, y lo que después hace es que, si le contestan, le hace 40 vídeos más, como está aportado en las actuaciones. Después, además, si le contesta también le pone una querella y hace varios vídeos desgranando cada uno de los pasos judiciales y ganando dinero con ello, como él mismo ha reconocido al decir que es ‘su trabajo’ […] La jurisprudencia ha llamado a esto instrumentalización de los tribunales de justicia. Cuando una persona se dedica a generar un conflicto que luego va a retransmitir.

Este comentario, que es interesado de parte por ser del defensor de Wismichu, es como mínimo parciamente cierto. Si bien Dalas también sube contenidos que podríamos definir como neutrales ("¿pueden hombres y mujeres ser sólo amigos?", "así son los negacionistas de la nieve", etc), si nos vamos a los últimos vídeos, le ha dedicado nueve de los últimos once que ha generado a la querella con Wismichu. Además, este tipo de encuentros son los que más visualizaciones le reportan, y, dado que están monetizados, también dinero. Esta no es, ni mucho menos, la primera vez que denuncia a alguien para contar después todo el proceso judicial. 

Como apunta Bravo, con la monetización de los primeros vídeos así como con la ayuda de sus patreones cubre de sobra las potenciales costas de los juicios y luego viene la ganancia.

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Quince vídeos dedicados a la pelea judicial por la custodia de su perro, más de una veintena contra Wismichu, siete contra Ibai, seis contra ElRubius… Él mismo en uno de sus últimos vídeos, cuando le interpelan diciéndole que hace muchos vídeos rentabilizando el asunto contra Wismichu, comenta "y muchos más que tendrían que ser", ya que, según su punto de vista, “su trabajo” es desenmascarar la criminalidad, la hipocresía o la falta de profesionalidad de estas personas.

Como ocurría en el mito de la famosa Hidra contra la que luchó Hércules, cada vez que intentar extirpar una cabeza, saldrán dos, cinco o cien, y así, cada vez que uno de los damnificados se defienda en algún comentario o vídeo en redes sociales, la respuesta de Dalas será generar más contenido.

Qué tienen en común Dalas, Ter, Deborahciencia, Loulogio o Dulceida

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Si "yo soy yo y mi circunstancia", los youtubers no son menos. Hay una presión sistémica para generar una cantidad ingente de contenido a un ritmo constante, no son pocos los casos en los que estas estrellas españolas han salido a hablar de la fatiga psíquica a la que les somete esta presión por la producción. A eso se suma la necesidad de estar en constante crecimiento de seguidores y reproducciones, y no es difícil ver que, si tu audiencia responde más al contenido sobre el salseo, acabarás inclinado a dejarte llevar por esa corriente.

No deja de ser el mismo fenómeno que se observa con otro tipo de influencers: las confesiones. "¿Por qué estás tan delgado, Loulogio?", para un post en el que alguien que apenas habla de su vida privada cuenta su diabetes. "¿Por qué engordo si cono normal?", en el que una divulgadora que normalmente habla de ciencia se salta su registro y cuenta su historia personal con los trastornos alimenticios. "Sí, estamos juntas", "Mi ansiedad", "Cuando estuve 48 horas en prisión", "Cómo fue nuestra primera vez juntos", etc. En todos los casos estos vídeos son, si no el más visto, entre los más visitados de la historia de sus respectivos canales.

Se percibe también en Instagram el avance de un tipo de retórica de la desnudez afectiva, donde el anuncio de alguna importante noticia sobre nuestra vida (anoche estuve a punto de estallar, os voy a contar un triste episodio de mi infancia), acaba regado de likes. Dicho de forma un poco exagerada, que las redes sociales nos animan a hacer salsa rosa de nuestra vida privada, y quienes trabajan en estos entornos se están viendo abocados a exponerla y explotarla aunque inicialmente no quisieran.

Dalas sólo sería un caso particularmente llamativo dentro de estas dinámicas de exposición, uno en el que, eso sí, el grado de rentabilización de un único hecho (que alguien te haya insultado o se haya metido contigo), la capacidad para estirar el mismo chicle, es asombroso. Este vídeo es una muestra de ello: una segunda parte en el que Dalas va respondiendo "punto por punto" al vídeo en el que Wismichu a su vez hablaba de la sentencia de la semana pasada, y con sólo ver cinco minutos no puede uno no marearse ante la cantidad de capas que hay activas al mismo tiempo.

Todo esto hace quedar a las tertulias televisivas estilo Sálvame, con un límite de programación diario y con marcos que les imponen regulaciones, como viejos paquidermos que no podrán adaptarse al ciclo de autoexplotación infinita que permitirá YouTube.

Imagen: Dalas/YouTube, Ter/YouTube

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